Maldita la paciencia

Por: Angel Galeano Higua

Hace 25 años partió Francisco Mosquera y se me dio por leer de nuevo Maldita la paciencia, que escribí para EL PEQUEÑO PERIÓDICO a propósito de las circunstancias en que lo conocí. Me asombra recordar con tanta claridad aquel viaje por los ríos Magdalena y Cauca para ir a la Serranía de San Lucas. Y me asombra por el objetivo de aquel viaje y el espíritu constructivo, el deseo de ayudar de auténtico revolucionario. Durante aquella jornada Mosquera irradiaba alegría, optimismo y sus discursos fueron apasionados y de gran vuelo sublime. Le habló a los campesinos delegatarios del Sur de Bolívar, pero también a “los decalzos” que estaban allí. Soñó en voz alta con un nuevo país y yo tuve la fortuna de grabar sus palabras, no sólo en mi pequeña grabadora portátil de entonces, sino también en mi memoria. Luego intenté reconstruir aquella experiencia y aunque no pude, ni podré hacerlo como debiera ser, algo quedó plasmado en Maldita la paciencia. Ese es el problema con las palabras, no dejan expresar con plenitud la vida vivida. Quizás debiera haber sido artista para intentarlo con una pintura, una sonata o un poema… Pero para mi desgracia, adolezco de esos atributos.

Palabras al viento.

Por: Juan José Hoyos.

Desde hace algún tiempo, en Colombia se ha vuelto una especie de lugar común decir que el cuento es un género de aprendizaje, menos difícil que la novela. También que, dada su brevedad, alcanzar la maestría en su ejecución puede lograrse con cierta facilidad si se es un escritor virtuoso. Nada más engañoso que la aparente facilidad de este género, tan antiguo como la poesía y tan emparentado con ella. En tiempos modernos, Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant, Anton Chejov y James Joyce- entre otros muchos escritores- lo reinventaron, lo acercaron a la vida y a los lectores de nuestro tiempo.