Diplomacia de la deuda: ¿el rincón más oscuro del capitalismo?

andres
Andrés Arellano Báez
Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
Tomado con consentimiento del autor de https://otrarepublica.com/@andresarellanob
El realismo, la real politik, es el único paradigma posible de aplicar en una comunidad universal regida por el capitalismo. No desvela para nada, a los grandes centros de poder occidental, la agónica situación de pequeños países sobreendeudados con el gigante asiático. Sí les arrebata la calma y la paz, a los clásicos centros del poder financiero global, el haber encontrado un competidor en su principal negocio: la deuda externa; y en su más poderosa arma de dominación: el sicariato económico.

Pero en el rincón más oscuro del capitalismo las grietas son amplías y en ellas hay espacio para monstruos más perversos. La diplomacia de la trampa de la deuda ha salido ya a la luz; pero recóndita en las tinieblas sigue acechando “la diplomacia de la trampa de la quiebra”.

Durante un tiempo, el par de palabras “The Corporation” fueron de la más tecleadas en el buscador de Google. Los internautas marcándolas esperaban hallar el famoso documental de Mark Achbar, Joel Bakan y Jennifer Abbott, un filme indagando en la profundidad del impacto causado por los más grandes conglomerados mundiales. La obra, una merecedora de su fama y prestigio, es una recomendación garantizada. Pero es necesario rescatar un momento poderoso del metraje, uno poco citado y celebrado por sus más fervientes entusiastas.

Carleton Brown, presentado en el filme como corredor de materias primas, permite vislumbrar en una breve frase la simpleza en la esencia del capitalismo moderno al desnudar con sus palabras el real objetivo de este: el afán de lucro. Acorde al Broker, el impacto al divisar el par de aviones derrumbando las torres gemelas (un crimen descrito como el más “horroroso jamás visto”), produjo en él una urgente preocupación: el mercado. “Dios mío -se inquiría Brown en ese momento-, ¿a cuánto habrá subido el oro?”. Ninguna preocupación le produjo la desgracia atosigando a sus conciudadanos, compatriotas y colegas; pues, al ver las construcciones en llamas una inmensa calma lo invadía al saber que “todos sus clientes” habían adquirido posiciones en el metal precioso.

Ese marco mental es el dominante en la totalidad del capitalismo. Y un área, recóndita, secreta, poco debatida, supera a todas las demás: la deuda pública. Y, dentro de ella, una en particular: la diplomacia de la trampa de la deuda. El concepto emergió con altos grados de hipocresía en medios occidentales alrededor del 2018 y producto de la preocupación carcomiendo a varios académicos por la insaciable demanda de deuda china por parte de países en desarrollo.

“A través de su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda -explicaban Sam Parker y Gabrielle Chefitz en famoso artículo de “The Diplomat”, China está otorgando cientos de miles de millones de dólares en préstamos a países en desarrollo que a menudo no pueden pagarlos. Al hacerlo, Beijing puede estar mirando más allá de sus resultados con la esperanza de convertir la pérdida económica en una ganancia geopolítica”. Algunos ejemplos de caos generalizado en clientes deudores del gigante asiático parecerían sustentar la hipótesis, siendo el de Sri Lanka, indudablemente, el más próximo y sugestivo, más nunca uno exclusivo.

“El Aeropuerto Internacional Mattala Rajapaksa de Sri Lanka -cuenta Brahma Chellaney en “Project Syndicate”-, que se inauguró en 2013 cerca de Hambantota, ha sido calificado como el más vacío del mundo. Del mismo modo, el puerto Magampura Mahinda Rajapaksa de Hambantota permanece en gran parte inactivo, al igual que el puerto multimillonario de Gwadar en Pakistán”. Todas las infraestructuras mencionadas fueron financiadas por capitales de China y sorprende profundamente la incapacidad de prever la nula rentabilidad financiera de estos proyectos en el extranjero por parte de las autoridades del Partido Comunista. La duda se disipa al descubrir el rincón dónde se acurruca la ganancia: “para China, estos proyectos están operando acorde a sus necesidades: los submarinos de ataque chinos han atracado dos veces en los puertos de Sri Lanka, y dos buques de guerra chinos se pusieron en servicio recientemente para la seguridad del puerto de Gwadar”, concluye el ensayista.

Maria Abi-Habib y Keith Bradsher en The New York Times exponen el alto nivel de preocupación en las altas esferas del poder estadounidense al citar y referenciar a su más grande archienemigo. En su texto “¿Qué va a pasar con los créditos millonarios que China otorgó a los países pobres?”, revelan que “el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump ha acusado a China de ‘diplomacia de la trampa de la deuda’, al prestar más dinero del que los países pobres podrían permitirse para apoderarse de activos estratégicos y expandir su huella militar y económica”. Dar con una pieza del diario liberal por excelencia en Estados Unidos citando al expresidente, es como descubrir que en algún momento Ronald Reagan citó a Fidel Castro.

Los textos revelan una sincera preocupación por el asunto. “En un informe publicado recientemente por el Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de la Universidad de Harvard -revelan Parker y Chefitz-, identificamos 16 países en desarrollo, desde el Cuerno de África hasta las lejanas islas del Pacífico, que pueden volverse vulnerables a lo que hemos denominado ‘diplomacia de la trampa de la deuda’”. La academia puesta al servicio de la humanidad. “Muchos de estos países han tomado préstamos masivos de China con pocas perspectivas claras de pago y tienen activos estratégicos o influencia diplomática que China podría exigir”, profundizan en el asunto los escritores. “Tales acuerdos podrían socavar los intereses y la política exterior de Estados Unidos en Asia”, concluyen los autores.

El realismo, la real politik, es el único paradigma posible de aplicar en una comunidad universal regida por el capitalismo. No desvela para nada, a los grandes centros de poder occidental, la agónica situación de pequeños países sobreendeudados con el gigante asiático. Sí les arrebata la calma y la paz, a los clásicos centros del poder financiero global, el haber encontrado un competidor en su principal negocio: la deuda externa; y en su más poderosa arma de dominación: el sicariato económico.

La defensa de China sobre el asunto ha provenido de su embajador en Panamá, el señor Wei Qiang. Se pregunta él por qué “a pesar de los hechos claros y contundentes y las matemáticas elementales, insisten en presentar ampliamente a Sri Lanka como un ejemplo de los peligros de la ‘diplomacia de la deuda china’”. Profundiza indagándose “¿porqué, a pesar del amplio consenso existente entre los países latinoamericanos y del Caribe en el sentido de que una creciente profundización de la cooperación ganar-ganar chino-latinoamericana-caribeña genera beneficios a todos y no daña a nadie, alguna que otra voz no se cansa de tronar, desde el púlpito del poder, en contra de dicha cooperación?”. Palabras mayores.

Observando el rifirrafe desde el balcón de América Latina, las acusaciones de medios occidentales sobre el comportamiento de China son una muestra contundente de lo bautizado por los psicólogos como “proyecciones”: ver en el accionar de otros el propio. Un hecho histórico y contundente fue la década pérdida de la región, producto de la crisis de la deuda de los ochenta. La imposibilidad de pago de la deuda externa de las economías latinas, producto de una medida de economía autónoma de los Estados Unidos como la desbordada alza de la tasa de interés decretada por el presidente de la FED en 1979, forzó a la región a aceptar créditos con condicionalidades, entre ellas la apropiación de poderosas empresas públicas prestadoras de servicios estratégicos. Privatización, le denominaron.

Celebración del 100 aniversario del Partido Comunista Chino

En los reportes occidentales sobre la trampa de la deuda fue imposible de encontrar las palabras Pireo, TrainOse o Fraport, todas causantes de enormes cuotas de indignación en los griegos, al asociarse al despojo sufrido por su país producto de la crisis de la deuda de 2009. Es de celebrar el preciso uso de los términos en un reportaje de El País, de España: “Tras la venta de TrainOse (compañía estatal de ferrocarriles de Grecia) se hallan dos factores que explican en parte el porqué de la rebaja. En primer lugar, la imperiosa necesidad de Atenas de privatizar bienes y servicios por obligación del tercer rescate de 85.000 millones a tres años, el que obliga a liquidar 50.000 millones en activos en 30 años”.

Diplomacia de la trampa de la deuda, debieron de haber acusado los preocupados escritores occidentales en su momento; pero, al parecer, si no se puede cerrar el titular con la palabra China, poco les importa a los investigadores los hechos. De qué otra forma se le podría denominar a una operación como la liderada por “el fondo de privatizaciones heleno (TAIPED, por sus siglas en griego)” encargado de “colocar alguno de los miles de bienes, de playas a islas pasando por instalaciones olímpicas, edificios históricos o campos de golf, que debe vender por imposición de los acreedores (…) más de 71.000 activos de propiedad pública…”. Imposible llamarse a engaños.

Crisis de la deuda griega

Pero en el rincón más oscuro del capitalismo las grietas son amplías y en ellas hay espacio para monstruos más perversos. La diplomacia de la trampa de la deuda ha salido ya a la luz; pero recóndita en las tinieblas sigue acechando “la diplomacia de la trampa de la quiebra”. Y es que, si enriquecerse después de un país entrar a un impago de la deuda es algo similar a tranzar con oro después de los ataques al World Trade Center; forzar a que el país llegue a la quiebra para enriquecerse con su caída, es similar a financiar el ataque de Al Qaeda para usufructuar de la desgracia producida.

A esta altura es prohibido sorprenderse. Posterior a la invasión de Rusia a Ucrania y como corolario de las sanciones de occidente al país eslavo, los mercados se agitaron buscando rentabilidades de la tragedia. Cientos, miles de millones de dólares en órdenes de compra se dirigieron a un vehículo financiero conocido como CDS, los impopulares Credit Default Swaps. En términos básicos, es este una apuesta en la que se triunfa si Rusia no paga su deuda. El default es el deseo de esos inversionistas. Pero, por segunda vez en su vida, Vladimir Putin habría de vencer a los mercados, aunque esta vez fue la suerte parte esencial de su estrategia. La invasión a Ucrania produjo un fenómeno absolutamente inesperado: el fortalecimiento del rublo. Era lógico proyectar que las sanciones, el bloque y el embargo contrajera debilidad a la moneda (y por un breve momento así fue), forzando a que Rusia no encontrara divisas para honrar su deuda.

De haberse dado ese escenario, el más grande de los países eslavos se habría visto imposibilitado de honrar sus acreencias externas. Pero al haber sucedido todo lo opuesto: la valorización de su moneda, el país se permitió enviar el monto del servicio de su deuda a la corporación Euroclear, fidecomiso de la operación, afectando gravemente a quienes habían apostado en contra. Como un hada madrina, los Estados protegieron a los inversionistas a punto de perder su inversión e imposibilitaron el pago. La empresa de servicios financieros Euroclear quedó atrapada en un sin salida al no poder depositar a los acreedores, pues de hacerlo se enfrentaba a los castigos por incumplir las sanciones de Estados Unidos y Europa. Una bizarra situación se presentó: Rusia pagó, el fidecomiso recibió el capital; pero los acreedores no vieron transferir sus ganancias. El nudo en la cuerda eran los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea forzando a no efectuar la transacción.

Y así, en la fecha pactada, y muy a pesar de que Rusia honró su deuda, se declaró a este país como uno en default, acorde a Bloomberg. Anunciar a una nación en default después de su gobierno haber pagado lo adeudado, es soberanamente ridículo; pero también, demasiado lucrativo. El anuncio permitió a aquellos quienes habían invertido en los CDS rentabilizar su inversión. Al impedir que los acreedores de Rusia no recibieran sus ganancias, mucha gente muy rica y muy poderosa, pudo hacerse mucho más rica y poderosa.

Es tentador considerar tal caso como uno aislado. Un importante analista lo denominó como uno “sin parangón en 150 años de capitalismo”. Lamentablemente para él, uno idéntico se había desatada menos de 15 años atrás. Posterior a su declaración de default en 2001, Argentina sufrió un feroz ataque de los fondos buitres. Para 2014 éstos obtuvieron un triunfo mayor: una demanda interpuesta ante el juez Thomas Griesa fue aceptada y su sentencia fue una relectura ridícula de la cláusula en los bonos conocida como “Pari Passu”.

El fallo del juez, en breve, impedía que Argentina pagara a sus acreedores sin antes honrar a los buitres. Los problemas de Rusia fueron un deja vu: Argentina envío el dinero al Bony (Bank Of New York Mellon), dejando a este en misma situación a la que habría de sufrir el Euroclear unos años después: imposibilitado para entregar las ganancias a los acreedores, pues de hacerlo incumplía la sentencia. El Bony quería transferir el dinero, Argentina honró su obligación, los acreedores deseaban su depósito, pero una sentencia todo lo impidió. El pasado fue prólogo: Standard & Poor’s Financial Services rebajó a Argentina a la calificación de un “default selectivo” y, como habría de anunciar Axel Kiciloff, ministro de Hacienda del país austral para aquellos días, muchos CDS se cobraron. ¿Quién será el próximo país víctima de la diplomacia de la trampa de la quiebra?

uso

Compartir