La memoria, fantasma infinito, en el libro Fantasmas y fantasmagorías del San Juan de Dios
La memoria es un concepto apremiante y complejo que el mismo Jorge Luis Borges planteó como una forma de ser nosotros mismos: “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”, porque no somos unívocos y nuestra memoria, ese espacio simbólico que habitamos y que nos habita, tiene una sola llave y es la llave del recuerdo. Pero recordar es al mismo tiempo una parte del olvido y de la creación, por eso, cuando recordamos estamos creando.
No tengo certezas sobre lo que fui antes de que me lo contaran y lo que recuerdo, la memoria de los que amo y de quienes me aman, en buena parte es porque los otros me han enseñado que los debo amar. Mi madre es mi madre, porque me lo dijeron y porque confío en quienes lo hicieron. Me han dicho que cuando niño disfrutaba de la compañía de ciertas personas que ahora apenas tolero, que el color amarillo era mi favorito y ahora en mi guardarropa no tengo una sola prenda de ese color (creo que el negro se convirtió en el color dominante de mi armario). Me enseñaron a amar a unas personas y a odiar a otras, porque ahora que lo pienso, la distancia que tengo con algunos familiares es por el distanciamiento que ellos tienen con otros familiares que no soy yo.
Ese concepto de memoria al que hago referencia desde lo personal se puede comparar directamente a la forma en que recordamos desde la colectividad. Nos han enseñado que lo que recordamos de algunos espacios es una verdad, pero ni siquiera los hemos vivido. Perpetuamos cadenas de odio, porque así nos lo han enseñado y empezamos a vivir en medio de creaciones ajenas, de recuerdos tan distantes a nosotros mismos, que al final la línea entre lo real y lo imaginario se diluye y lo sentimos como si fuera una verdad absoluta, por la que incluso seriamos capaces de morir.
A lo largo de los últimos dieciséis años me he dedicado a indagar sobre el hospital más antiguo de América Latina, fue fundado en 1.564 por Fray Juan de los Barrios y hoy lo conocemos como el Hospital San Juan de Dios, en Bogotá. Casi cinco siglos de existencia, miles de vidas e historias que fueron traspasadas por ese espacio, al que muchos hacen referencia como un hospital abandonado.
Es así como, desde una indagación completa se logran datar dieciocho historias de fantasmas, de los cuales, los primeros seis aparecen en este libro llamado Fantasmas y fantasmagorías del San Juan de Dios. Pero ¿qué tienen que ver los fantasmas y el concepto de la memoria?
El título del libro responde a dicha pregunta de forma categórica. Un fantasma, en los términos del director de cine mexicano Guillermo del Toro, se entiende como “algo que no hemos podido resolver de nuestro pasado”, y siendo así, el hospital San Juan de Dios es un fantasma que nos reclama a todos los colombianos por la desidia. Aportes como Mamá Canguro, la válvula de Hakim, la introducción de la asepsia listeriana, la primera aplicación de radio para cáncer escamolecular en dorso de mano y útero, o el primer trasplante renal de Colombia. Un fantasma que nos convoca a volver a hablar de su historia, que es la misma nuestra. Presenció la colonia, la independencia, los seis cambios de nombre de Colombia, las guerras civiles, el bogotazo, los atentados del narcotráfico y un largo etcétera.
Otra cosa es el concepto de las fantasmagorías. Lo fantasmagórico se define como aquello que es creado artificialmente para producirnos miedo, y siendo así, Colombia también se encuentra lleno de fantasmagorías en toda su historia y voltea a mirarlas con una actitud masoquista o de seudo-valentía. El asunto, resumidas cuentas, es que esta colección de cuentos es una invitación para volver a poner el tema del hospital sobre la mesa, hablar de los fantasmas que lo habitan y de la importancia que tiene para nuestras vidas.