Vivir en coyuntura

Guiovanny
​​​​​​​Giovanny Steven
Codirector del espacio radial “Géneros en Controversia” a través de Radio ESAP y cofundador del Grupo Estudiantil Académico y de Apoyo en Sexualidad “Géneros Disidentes”.
La violencia de la que he venido hablando también hace parte de lo más próximo, de lo cotidiano: se halla en las hojas de vida, en los procesos de selección, en las afiliaciones a EPS, en la libreta militar, en los uniformes de las empresas, en las ventanillas de atención, en el corte y color del cabello, en los roles en razón del sexo/género que nos ponen barreras diciendo qué profesión podemos o no ejercer; en el deber ser/hacer que nos obliga y nos reduce de a poco y a diario la ilusión de pensarnos más allá de las barreras morales impuestas y que ahora les invito a cuestionar más allá de la coyuntura.

Ante la noticia de los hechos de violencia dirigidos a los sectores sociales LGBTIQ+ en Bogotá y Medellín en los últimos meses, los cuales han generado mayor relevancia para la agenda pública, es pertinente detenernos en la forma en que se comprenden estas situaciones de manera conjunta con el andamiaje histórico de esta ciudadanía, junto con la respuesta, la acción y defensa tanto de quienes se reconocen en la diversidad sexual, como de quienes se esperaría asumieran una postura en pro de reivindicar estas y todas las vidas.

Deslizar el dedo en la pantalla del celular que en cada palma se adapta y al calor de los sentimientos que estimulan los cuerpos se hace tibio; allí donde el tamaño de cualquier problemática parece que fuera el de las manos que lo sostienen, el dedo se detiene, se hace borroso, interrumpe la vista y se enfila en los bordes que despejan la imagen de la noticia que una vez más confirma: nos están matando.

A veces me sumo a las voces que prefieren dejar a un lado la coyuntura, centrar la atención en la difusión de diferentes discusiones que se hacen transversales para comprender la existencia diaria de quienes se busca defender —aunque no nos conozcamos todos/as/es e inconscientemente le llamemos a ese imaginario “comunidad”—. De por medio existe la preocupación por la trampa en la comunicación: sesgar las ideas, los relatos y los sentimientos porque se pierde la posibilidad de contemplarnos en el afán de hacer ruido, imprimir papeles, generar vistas, interacciones.

La preocupación también está centrada en los titulares que se hacen visibles en un determinado momento y luego se desvanecen en el tiempo e infortunadamente esperamos su regreso, experimentando —de manera colectiva— el recuerdo recurrente que nos hace sentir la muerte como compañera y usurpadora del deseo.

Pareciera entonces que la violencia no pierde vigencia y con ella todos sus males; es cotidiana, es amigo, es padre, es conductor, es docente, es jefe, es ejército, es presidente, es nazi, es patriarcado. Sí, todos en masculino, a propósito —en otra ocasión me ocuparé de lo femenino—. Es necesario volver la mirada sobre los hechos, los videos y la violencia misma, contemplar su existencia como un todo, abstraer sus principales elementos, alumbrar los lugares que se ocultan, encender los rostros que se cubren con un puño mientras la otra mano lanza las rocas y dispara las balas que anuncian finales, para ubicarnos en nuestros sentires, ser conscientes de nuestras realidades.

Que paradójico entonces pretender dejar a un lado la coyuntura cuando esta se matiza en cada discusión que busca comprender, investigar y enseñar sobre nuestra existencia, haciéndose esto cotidiano para dignificar nuestras experiencias de vida. Es imposible contener el llanto porque las lágrimas se acumulan al borde de los ojos interrogando si las luchas diarias nos merecen la pena, si la coyuntura es aplastante para nuestras esperanzas y si las ilusiones se quiebran como puertas derrumbadas con rocas.

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En la misma medida se legitima el reclamo y la pregunta por las garantías de derechos humanos y la salud mental tanto para las víctimas como por sus familias; también se cuestiona de manera contundente la institucionalidad, las rutas, los plantones, las marchas, las entrevistas: han hecho de algunos movimientos un formato, nos quieren hacer de la indignación un protocolo y de los debates una línea de atención. En estos contextos se encogen los límites de la efectividad en la prevención, la atención y en la acción administrativa.

A propósito de la violencia, la coyuntura, el sexo y la muerte, hace unos meses nos preguntábamos cómo sensibilizar alrededor de estos temas a la ciudadanía en general y, especialmente, al gremio sindicalista de Colombia —nos podríamos detener en las cuestiones del sensibilizar, ¿Qué es quedar bien sensibilizado? ¿Hay un índice, un grado, un certificado, una ceremonia, un formato o es una excusa para la convocatoria? — trazamos una hoja de ruta que abordaba la discusión sobre la sexualidad, la participación, nombrarse “activista”, las memorias y la historia. Contamos con la participación de aproximadamente 400 personas a nivel nacional, nos encontramos en los relatos de diferentes experiencias de vida, de manera transversal buscamos identificar los elementos comunes entre el sindicalismo y la mariconería. Encontramos que hace mucho tiempo nos coqueteamos pero que actualmente no nos entendemos del todo.

Pareciera que en el incipiente coqueteo nos han quedado preguntas cuyas respuestas no se han materializado en acciones concretas al interior del gremio; en el aire está la inquietud por los compromisos en el abordaje de estas discusiones y de la puesta en marcha en los campos de acción más inmediatos de cada integrante. Conviene hacerlo saber o escuchar ideas que se puedan replicar, ¡no basta con usar la “E”!

La violencia de la que he venido hablando también hace parte de lo más próximo, de lo cotidiano: se halla en las hojas de vida, en los procesos de selección, en las afiliaciones a EPS, en la libreta militar, en los uniformes de las empresas, en las ventanillas de atención, en el corte y color del cabello, en los roles en razón del sexo/género que nos ponen barreras diciendo qué profesión podemos o no ejercer; en el deber ser/hacer que nos obliga y nos reduce de a poco y a diario la ilusión de pensarnos más allá de las barreras morales impuestas y que ahora les invito a cuestionar más allá de la coyuntura.

El autor es administrador Público en formación, codirector del espacio radial “Géneros en Controversia” a través de Radio ESAP y cofundador del Grupo Estudiantil Académico y de Apoyo en Sexualidad “Géneros Disidentes”. (Instagram: @Giovanny.slt / Twitter: @GiovannyTwain)

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